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TEORÍA GENERAL DE SISTEMAS DE VON
BERTALANFFY
Perez Vera Yesica Lys
k04075h@semipresencial.upla.edu.pe
Huancayo, Setiembre 2017
k04075h@semipresencial.upla.edu.pe
Huancayo, Setiembre 2017
EL DESPERTAR DE LOS SISTEMAS
Si alguien se pusiera
a analizar las nociones y muletillas de moda hoy por hoy, en la lista aparecería
entre los primeros lugares. El concepto ha invadido todos los campos ·de la
ciencia y penetrado en el pensamiento y el habla populares y en los medios de comunicación
de masas. El razonamiento en términos de sistemas desempeña un papel dominante
en muy variados campos, desde las empresas industriales y los armamentos hasta
temas reservados a la ciencia pura. Se le dedican innumerables publicaciones,
conferencias, simposios y cursos. En años recientes han aparecido profesiones y
ocupaciones, desconocidas basta hace nada, que llevan nombres como proyecto de
sistemas, análisis de sistemas, ingeniería de sistemas y así por el estilo.
Constituyen el meollo de una tecnología y una tecnocracia nuevas; quienes las
ejercen son las «nuevas utopistas> de nuestro tiempo (Boguslaw; 196S},
quienes -en contraste con la cepa clásica, cuyas ideas no sa1ian de entre las
cubiertas de los libros- están creando un mundo nuevo, feliz o no.
BREVE HISTORIA SOBRE LA TEORÍA DE LOS
SISTEMAS
Figura 1. LUDWIG VON BERTALANFFY
Hemos
visto ya que en todos los campos principales -de la física subatómica a la
historia- reina el consenso acerca de la oportunidad de una reorientación de la
ciencia. Hay progresos de la tecnología moderna paralelos a esta tendencia. Por
lo que alcanza a averiguarse, la idea de una “teoría general de los sistemas”
fue primero introducida por el presente autor, antes de la cibernética, la
ingeniería de sistemas y el surgimiento de campos afines. Más adelante quedará
expuesto (pp. 92 ss) cómo se vio llevado a ello, pero en vista de discusiones
recientes parece indicada cierta ampliación. Como pasa con toda nueva idea, en
la ciencia o donde sea, el concepto de sistemas tiene una larga historia. Si
bien el término “sistema” como tal no mereció hincapié, la historia del
concepto incluye muchos nombres ilustres. Como “filosofía natural” podemos
remontarlo a Leibniz; a Nicolás de Cusa con su coincidencia de los opuestos; a
la medicina mística de Paracelso; a la visión de la historia, de Vico e
lbn-Kaldun, como sucesión de entidades o “sistemas” culturales; a la dialéctica
de Marx y Hegel -por mencionar unos cuantos nombres de una rica panoplia de
pensadores. El conocedor literario podrá recordar De ludo globi (1463; cf.
Bertalanffy, 1928b) de Nicolás de Cusa, y el Glasperlenspiel de Hermann Hesse:
ambos ven el andar del mundo reflejado en un juego abstracto, agudamente
planeado. Hubo una que otra obra preliminar en el terreno de la teoría general
de los sistemas. Las “Gestalten físicas” de Köhler (1924) apuntaban en esta
dirección pero no encaraban el problema con generalidad plena y restringían el
tratamiento a Gestalten en física (y a fenómenos biológicos y psicológicos
presumiblemente interpretables sobre esta base). En una publicación posterior
(1927), Köhler planteó el postulado de una teoría de los sistemas encaminada a
elaborar las propiedades más generales de los sistemas inorgánicos, en
comparación con los orgánicos; hasta cierto punto, al encuentro de esta
exigencia salió la teoría de los sistemas abiertos. La obra clásica de Lotka
(1925) fue la que más cerca llegó del objetivo, y le debemos formulaciones
fundamentales. La verdad es que Lotka se ocupó de un concepto general de los
sistemas (sin restringiese, como Kóhler, a sistemas de la física). Como era estadístico,
sin embargo, interesado en problemas de poblaciones más bien que en problemas
biológicos de organismos individuales, Lotka -cosa algo rara- concibió las
comunidades como sistemas, sin dejar de ver en el individuo una suma de
células. No obstante, la necesidad y factibilidad de un enfoque de sistemas no
fue evidente hasta hace poco. Resultó por necesidad del hecho de que el esquema
mecanicista de vías causases aislables y el tratamiento merista resultaba
insuficientes para enfrentarse a problemas teóricos, especialmente en las
ciencias biosociales, y a los problemas prácticos planteados por la tecnología
moderna. Su factibilidad quedó en claro gracias a distintos adelantos
-teóricos, epistemológicos, matemáticos, etc.- que, aunque aún entre balbuceos,
lo volvieron progresivamente realizable.
EN POS DE UNA TEORÍA GENERAL DE LOS
SISTEMAS

Figura 2. Mapa Conceptual de la T.G.S.
La
ciencia moderna se caracteriza por la especialización siempre creciente,
impuesta por la inmensa cantidad de datos, la complejidad de las técnicas y de
las estructuras teóricas dentro de cada campo. De esta manera, la ciencia está
escindida en innumerables disciplinas que sin cesar generan subdisciplinas
nuevas. En consecuencia, el físico, el biólogo, el psicólogo y el científico
social están, por así decirlo, encapsulados en sus universos privados, y es
difícil que pasen palabras de uno de estos compartimientos a otro. A ello, sin
embargo, se opone otro notable aspecto. Al repasar la evolución de la ciencia
moderna topamos con un fenómeno sorprendente: han surgido problemas y
concepciones similares en campos muy distintos, independientemente. La meta de la
física clásica era a fin de cuentas resolver los fenómenos naturales en un
juego de unidades elementales gobernadas por leyes “ciegas” de la naturaleza.
Esto lo expresaba el ideal del espíritu laplaciano que, a partir de la posición
y momento de sus partículas, puede predecir el estado del universo en cualquier
momento. Esta visión mecanicista no se alteró -antes bien, se reforzó- cuando
en la física las leyes deterministas fueron reemplazadas por leyes
estadísticas. De acuerdo con la derivación por Boltzmann del segundo principio
de la termodinámica, los acontecimientos físicos se dirigen hacia estados de
máxima probabilidad, de suerte que las leyes físicas son esencialmente “leyes
del desorden“, fruto de acontecimientos desordenados, estadísticos. Sin embargo,
en contraste con esta visión mecanicista han aparecido en las varias ramas de
la física moderna problemas de totalidad, interacción dinámica y organización.
Con la relación de Heisenberg y la física cuántica se hizo imposible resolver
los fenómenos en acontecimientos locales; surgen problemas de orden y
organización, trátese de la estructura de los átomos, la arquitectura de las
proteínas o los fenómenos de interacción en termodinámica. Parecidamente la
biología, a la luz, mecanicista, veía su meta en la fragmentación de los
fenómenos vitales en entidades atómicas y procesos parciales. El organismo vivo
era descompuesto en células, sus actividades en procesos fisiológicos y por
último fisicoquímicos, el comportamiento en reflejos condicionados y no condicionados,
el sustrato de la herencia en genes discretos, y así sucesivamente. En cambio,
la concepción organísmica es básica para la biología moderna. Es necesario
estudiar no sólo partes y procesos aislados, sino también resolver los
problemas decisivos hallados en la organización y el orden que los unifican,
resultantes de la interacción dinámica de partes y que hacen el diferente
comportamiento de éstas cuando se estudian aisladas o dentro del todo.
Propensiones parecidas se manifestaron en psicología. En tanto que la clásica
psicología de la asociación trataba de resolver fenómenos mentales en unidades
elementales -átomos psicológicos se diría-, tales, como sensaciones
elementales, la psicología de la Gestalt reveló la existencia y la primacía de
todos psicológicos que no son sumas de unidades elementales y que están
gobernados por leyes dinámicas. Finalmente, en las ciencias sociales el
concepto de sociedad como suma de individuos a modo de átomos sociales -el
modelo del hombre económico- fue sustituido por la inclinación a considerar la
sociedad, la economía, la nación, como un todo superordinado a sus partes. Esto
trae consigo los grandes problemas de la economía planeada o la deificación de
la nación y el Estado, pero también refleja nuevos modos de pensar. Este
paralelismo de principios cognoscitivos generales en diferentes campos es aún
más impresionante cuando se tiene en cuenta que se dieron independientemente,
sin que casi nunca interviniera nada de la labor de indagación en campos
aparte. Hay otro aspecto importante de la ciencia moderna. Hasta no hace mucho
la ciencia exacta, el corpus de las leyes de la naturaleza, coincidía casi del
todo en la física teórica. Pocos intentos de enunciar leyes exactas en terrenos
no físicos han merecido reconocimiento. No obstante, la repercusión y el
progreso de las ciencias biológicas, de la conducta y sociales parecerían
imponer un ensanchamiento de nuestros esquemas conceptuales a fin de dar cabida
a sistemas de leyes en campos donde no es suficiente o posible la
aplicación de la física.
EL
PRECEPTO ÚLTIMO
Es concebible, sin embargo, la
comprensión científica de la sociedad humana y de sus leyes por un camino algo diferente y más modesto. Tal
conocimiento no sólo nos enseñará lo que tienen de común en otras
organizaciones el comportamiento y la sociedad humanos, sino también cuál es su
unicidad. El postulado principal será: el hombre no es sólo un animal político;
es, antes y sobre todo, un individuo. Los valores reales de la humanidad no son
los que comparte con las entidades biológicas, con el funcionamiento de un
organismo o una comunidad de animales, sino los que proceden de la mente
individual. La sociedad humana no es una comunidad de hormigas o de termes,
regida por instinto heredado y controlada por las leyes de la totalidad
superordinada; se funda en los logros del individuo, y está perdida si se hace
de éste una rueda de la máquina social. En mi opinión, tal es el precepto
último que ofrece una teoría de la organización: no un manual para que dictadores
de cualquier denominación sojuzguen con mayor eficiencia a los seres humanos
aplicando científicamente las leyes férreas, sino una advertencia de que el
Leviatán de la organización no debe engullir al individuo si no quiere firmar
su sentencia inapelable.
REFERENCIAS
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